Intervención por televisión para presentar al país

la Iniciativa para la paz

Septiembre 1° de 1988

 

Esta noche voy a hablar de un problema que por muchos años ha preocupado enormemente a los colombianos. Se trata de la violencia. De una violencia que ha segado la vida de miles de jóvenes, que ha llenado de tristeza muchos hogares de familias humildes, que está obstaculizado el progreso de Colombia y los esfuerzos de las gentes de bien. En fin, de una violencia que solo nos ha dejado sangre, angustia y dolor.

 

Seguiremos los caminos de la Ley y de la Justicia

Colombia ha padecido incontables sufrimientos. Muchos jóvenes han perdido sus vidas. Muchas madres lloran todavía a sus hijos. Hay huérfanos, hay viudas que no terminan de comprender la razón de su desgracia, recientemente, nuevas acciones criminales nos traen el macabro mensaje de una violencia cada vez más desorbitada, insensible al dolor, absolutamente inhumana.

La memoria inolvidable de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, de funcionarios, de líderes políticos y de la lucha por los derechos humanos, de periodistas, de dirigentes sindicales y de gentes del común, bárbaramente sacrificados en episodios trágicos de nuestra historia, nos conmueve, una vez más, y nos convoca a seguir los caminos de la ley y de la justicia. Mucha riqueza nacional ha sido destruida y muchas obras de progreso han sido obstaculizadas.

Las Fuerzas Armadas han pagado una inmensa cuota de sacrificio. En esta hora, al hacer, una vez más, un llamamiento ferviente a la sensatez, a la convivencia, a la reconciliación, se aviva el recuerdo de tanto dolor, de tantos sufrimientos. Pero también se hace aún más fuerte nuestro anhelo de paz. Esos padecimientos no pueden ser estériles. Ellos tienen que ser semilla de concordia entre hijos de una misma patria.

 

La gran mayoría de los colombianos quiere la paz

La abrumadora mayoría de los colombianos quiere que se silencien las armas y reine la paz. Existe un consenso nacional de repudio a la violencia.

Nos encontramos en un momento histórico. Todos tenemos la responsabilidad de aprovecharlo para devolverle la tranquilidad a Colombia. Cuando lo que está en juego es, nada más y nada menos, que la posibilidad real de alcanzar la paz, deben quedar a un lado las ambiciones personales y los intereses de grupo o de partido. He venido dirigiendo la cuidadosa elaboración de lo que se dio en llamar plan de paz. En este proceso se han tenido en cuenta nuestras experiencias y las de otros países, las opiniones de expertos así como los estudios efectuados sobre esta delicada materia. No tiene sentido repetir los errores del pasado ni las equivocaciones de otras naciones. La propuesta contenida en la Iniciativa para la Paz no es producto de la improvisación, tampoco es una promesa o un acto retórico. Es un plan diseñado para producir resultados. 

 

La Iniciativa para la paz tiene un principio y un fin definidos

Por eso la iniciativa para la Paz que voy a proponerle a la Nación es diferente a las demás. Tiene un principio y un fin claros. Su ejecución requiere pasos concretos que deberán ser dados en un orden lógico, previamente determinado. Es una guía que contiene términos precisos para que –paso a paso– dentro de los canales institucionales y el debido respeto a la Constitución y a la ley, los grupos alzados en armas renuncien a la violencia 'y se reincorporen a la vida civil.

El camino que conduce a la paz no es ni el de las soluciones exclusivamente militares ni el de las negociaciones sin fin, sin reglas claras, sin términos definidos ni garantías reales. Se requiere un tratamiento integral basado en planes concretos y bien diseñados. La violencia tiene raíces profundas. La iniciativa para la paz busca que toda la nación colabore civilizada, pacífica y democráticamente en la tarea de erradicar esas raíces profundas.

 

Mano tendida y pulso firme

Un Estado democrático no puede renunciar a usar de manera simultánea la generosidad y la firmeza. Estas no son acciones excluyentes. Es así como nuestra política de reconciliación se inspira en el principio de “mano tendida y pulso firme”.

Permítanme que, antes presentar la Iniciativa para la Paz, haga las siguientes precisiones:

En primer lugar, el Gobierno con firmeza extiende una mano generosa a los grupos alzados en armas que demuestren convincentemente que tienen una voluntad sincera de reincoporarse a la vida civil. Además, si el Congreso aprueba la ley correspondiente, serán indultados los alzados en armas que se acojan a esta Iniciativa para la Paz.

Pero el indulto no se concederá al iniciarse las conversaciones sino sólo después de que ellos hayan abandonado las armas.

El desarrollo de esta Iniciativa para la Paz no es, ni será, un obstáculo para que la fuerza pública y la Administración de Justicia cumplan plenamente sus funciones constitucionales al enfrentar y castigar a quienes realicen actos de violencia, de terrorismo o de subversión. Por el contrario, la presencia serena de la autoridad en todo el territorio nacional es un complemento indispensable de esta iniciativa.

La Iniciativa para la Paz está dirigida a solucionar las diferentes formas y manifestaciones de violencia, no sólo las generadas por los grupos guerrilleros. Por esta razón, en la iniciativa se prevé la promoción de Diálogos Regionales para la Convivencia. En estos diálogos pueden participar todas las fuerzas políticas y sociales. De esta manera se creará una solidaridad colectiva para impulsar las acciones que le devolverán la paz a las diferentes regiones del país.

 

Las tres fases de la Iniciativa para la Paz

La Iniciativa para la Paz tiene tres grandes fases: una primera fase de distensión, una fase de transición y una fase de reincorporación definitiva a la vida civil. Al culminar esta última fase se habrán superado los factores de perturbación del orden público y, por lo tanto, el Estado de Sitio será levantado. Además de estas fases, se incluye un capítulo especial sobre los Diálogos Regionales para la Convivencia.

 

“Iniciativa para la Paz”

PRESENTACION

 

En los dos últimos años el Gobierno ha impulsado la creación de condiciones políticas, económicas y sociales para el restablecimiento duradero de la convivencia pacífica entre los colombianos.

 

El objetivo es la incorporación a la vida democrática

Desde hace dos años la política de reconciliación ha tenido como objetivo primordial la reincorporación a la plenitud de la normalidad ciudadana de quienes han escogido el camino de la subversión armada. La nueva etapa que hoy se propone busca concretar esa meta para todos los grupos alzados en armas. Se insiste en este objetivo porque convivir con la violencia, disimulada o abiertamente, no es un camino para la conquista de la paz. Por lo tanto, la reconciliación plena sólo será posible cuando se logre la disolución de los grupos armados, su desarme y reincorporación a la sociedad, dentro de un contexto de garantías efectivas y específicas. La posibilidad de alcanzar la paz reside en llegar a compromisos precisos dentro de plazos definidos.

 

La Reforma Constitucional es el marco para la reconciliación

El anhelo por alcanzar la reconciliación nacional coincide también con la amplia acogida que ha recibido la propuesta gubernamental de transformar el régimen político e institucional. Cuando el Gobierno Nacional propuso la consulta popular para reformar la Constitución, se hizo evidente que se estaba interpretando correctamente a una sociedad ansiosa de cambios.

Como se ha podido constatar en diversos esfuerzos de diálogo, la propuesta de reforma de la Constitución –que busca construir una democracia participativa con justicia social– recoge en gran medida las aspiraciones de cambio de todos los sectores. Incluso aquellos grupos que se muestran más inconformes con las instituciones vigentes, han encontrado que muchas de sus ideas coinciden con el proyecto gubernamental. La Reforma Constitucional, sin duda, constituye un escenario apropiado de convergencia para la reconciliación nacional.

De la discusión y del debate del proyecto de reforma constitucional saldrá el marco político e institucional para la nueva Colombia. Por lo tanto, este debate es una oportunidad única e histórica para que todos los sectores puedan presentar y promover su proyecto de sociedad y sus alternativas de reforma.

 

LOS LINEAMIENTOS GENERALES DE LA INICIATIVA PARA LA PAZ

 

Los alzados en armas deben demostrar su voluntad de paz

Como primer paso los grupos alzados en armas deben demostrar que verdaderamente poseen una voluntad sincera de reconciliación. Por ello el Gobierno Nacional requiere, para iniciar cualquier diálogo, que cada grupo que esté interesado en acogerse a esta iniciativa, previamente exprese con palabras, y lo demuestre con hechos, la disposición de encontrar las fórmulas que lleven a su reincorporación a la normalidad institucional.

 

Se deben suspender las violaciones a los derechos humanos y el terrorismo

La manifestación de propósitos debe incluir la decisión de respetar los derechos básicos de la persona humana y de abstenerse de actos que atenten contra la vida, la salud y la integridad física o mental de las personas. Igualmente, debe suspenderse el secuestro, la extorsión y la práctica de acciones terroristas.

 

Diálogo directo para acordar procedimientos de reincorporación

Una vez demostrada esta voluntad de reconciliación, el Gobierno iniciará, mediante el diálogo directo con voceros autorizados de cada uno de los grupos alzados en armas, la búsqueda de compromisos sobre procedimientos de reincorporación que tengan en cuenta a las particularidades de las distintas agrupaciones armadas.

 

Audiencias para recoger opiniones sobre reajuste institucional

Para los grupos que se acojan a esta iniciativa, el Gobierno propiciará que sus voceros, los cuales no podrán estar al margen de la ley, planteen ante el Congreso de la República, si este cuerpo lo estima conveniente, sus opiniones y propuestas en relación con el proceso de reajuste institucional. Las propuestas que sean consideradas apropiadas podrán ser sometidas, por iniciativa gubernamental o parlamentaria, a la consideración del Congreso.

 

Indulto para quienes cesen definitivamente en las acciones subversivas

Una vez se culminen los procedimientos previstos de reincorporación a la vida democrática se concederá el indulto, conforme a la Ley previamente aprobada por el Congreso. La reincorporación de los miembros de las agrupaciones armadas a la vida económica, social y política del país se hará dentro de un marco de garantías a su integridad y su vida.

 

Diálogos regionales

De manera complementaria, el Gobierno establecerá mecanismos de coordinación institucional al más alto nivel para adoptar las medidas y recomendaciones que surjan de los diálogos regionales por la convivencia y el derecho a la vida.

 

Levantamiento del Estado de Sitio

Una vez culminados los procedimientos y acciones de esta iniciativa, los factores de perturbación del orden público se habrán reducido. Por lo tanto, el Gobierno procedería a levantar el Estado de Sitio vigente desde 1984.

 

No se suspende la lucha contra el terrorismo y contra quienes persisten en la subversión

Las Fuerzas Armadas continuarán desarrollando las acciones indispensables contra quienes persistan en el terrorismo y en subvertir el orden público. Así mismo, se seguirá combatiendo con toda firmeza a los sicarios, a los llamados gru pos de justicia privada y a todos aquellos que utilicen el atentado y la violencia para defender privilegios o como instrumento político.

 

Todos deben aportar a esta iniciativa

La iniciativa para la paz requiere, para que sea exitosa, la solidaridad y las contribuciones de las fuerzas políticas y sociales, de las centrales obreras, de los sindicatos, de los gremios, de las organizaciones populares, campesinas, indígenas y cívicas. Es decir, el Gobierno invitará formalmente a los líderes y voceros de estos sectores para que formulen sus comentarios y recomendaciones con el fin de lograr la mejor aplicación de esta iniciativa.

 

Realismo y esperanza

No hay fórmulas mágicas para alcanzar la paz. El país debe asumir con realismo y con esperanza las oportunidades que ofrece este esfuerzo por la paz. Sin embargo, el Gobierno quiere advertir que esta iniciativa se enfrenta a múltiples dificultades. Las experiencias pasadas y las de otros países así lo demuestran. Aun así, el Gobierno está seguro de que esta propuesta tendría éxito si se cuenta con la solidaridad nacional y con la clara voluntad de los alzados en armas. El país no puede ser un espectador en este proceso. La paz podrá alcanzarse con el compromiso de todos los grupos y sectores sociales.

 

El Gobierno no modificará el mandato del pueblo

Este Gobierno recibió un amplio mandato del pueblo. Con el desarrollo de las políticas de cambio en lo económico, lo político, lo social y lo institucional, que se vienen adelantando, se le está cumpliendo a la Nación. El Gobierno no puede modificar el mandato de la mayoría como resultado de transacciones con minorías violentas. Si ellas quieren promover su proyecto de sociedad, deben y pueden hacerlo por procedimientos democráticos.

Es así como se combate la violencia. Con más democracia. Es decir, con el compromiso de todos, con tolerancia hacia las ideas ajenas, con una efectiva presencia del Estado y con la vigencia plena de la Constitución y las leyes en todo el territorio nacional.

 

DESARROLLO DE LA INICIATIVA PARA LA PAZ

 

El desarrollo de la Iniciativa para la Paz es responsabilidad y tarea que compromete a todo el Gobierno y a toda la Nación. Los deberes del Gobierno y de los partidos de oposición son compatibles con el impulso solidario de propósitos que, como la paz, requieren el compromiso de todos.

El fortalecimiento de la presencia del Estado y de sus instituciones, logrado en los últimos dos años, es complementario con el objetivo de alcanzar la reconciliación de los colombianos. La presentación y aplicación de esta iniciativa se hace, además, en desarrollo de la obligación y de la responsabilidad de preservar el orden público en todo el territorio nacional.

Como ya se señaló, el debate y el trámite de la Reforma Constitucional ofrecen la oportunidad histórica para construir nuevas instituciones que aseguren la convivencia y que impulsen a Colombia por caminos de solidaridad, justicia y progreso.

Con la iniciativa de paz se busca aclimatar la convivencia entre los colombianos. La violencia que hoy nos agobia no es nueva, ni tiene un solo origen, ni es igual en todas las regiones podemos decir, en términos sencillos, que hay una violencia relacionada con los grupos alzados en armas y otra que no tiene que ver con la subversión. A estas dos grandes manifestaciones de perturbación de la tranquilidad pública está dirigida esta iniciativa.

Con la reincorporación de los alzados en armas a la normalidad, se busca erradicar la violencia generada por la subversión. A esta tarea se refieren las tres primeras fases de esta Iniciativa. Con la fase IV, los diálogos regionales para la convivencia, se busca generar una solidaridad colectiva que facilite la lucha contra todas las manifestaciones de violencia.

 

I. FASE DE DISTENSION

 

Con esta fase se quiere lograr un ambiente de entendimiento con aquellos grupos alzados en armas que demuestren su voluntad de regresar a la normalidad. Requiere, para que tenga éxito, que se geste un contexto de credibilidad y confianza, y que la sociedad encuentre en los actos y las palabras de los movimientos armados seriedad de propósitos.

Procedimientos y acciones:

l. Manifestación de voluntad de reconciliación

Cada uno de los grupos alzados en armas que desee participar en esta iniciativa debe expresar su voluntad de reconciliación y su disposición para realizar un diálogo directo con el Gobierno bajo los criterios aquí señalados. Además, dicha manifestación debe ser demostrada con hechos, tales como la suspensión de toda clase de acciones terroristas, del secuestro y de la extorsión.

2. Diálogo directo

Una vez que este ánimo de reconciliación sea evidente, se iniciará un diálogo directo entre los representantes autorizados del Gobierno y los distintos grupos alzados en armas, con el objeto de acordar los procedimientos para su incorporación a la normalidad. Estos deben contener, entre otros, los siguientes elementos: cronograma y plazos para las distintas fases; procedimientos operativos; aspectos logísticos, y responsabilidades y compromisos respecto al cumplimiento de las fases subsiguientes. También se acordarán los sitios para la ubicación temporal de los grupos que hayan demostrado voluntad de participación en esta iniciativa.

3. Audiencias y designación de voceros para dialogar en torno al reajuste institucional

Al mismo tiempo, voceros que no estén al margen de la Ley, designados por los grupos alzados en armas involucrados en esta iniciativa, expresarán sus opiniones y tendrán oportunidad de plantear sus propuestas frente al proceso de reajuste institucional. Ello se llevaría a cabo dentro de un marco de diálogo institucional promovido por el Congreso de la República si este cuerpo lo estima conveniente, como, por ejemplo, audiencias de carácter abierto y público.

4. Los procedimientos acordados comprometen a los grupos armados

Los procedimientos serán acordados con los grupos alzados en armas y sus voceros autorizados, y no con individuos aislados. En los desarrollos de las diferentes fases se tendrá en cuenta esta condición.

5. Presentación de Proyecto de Ley sobre Indulto

Una vez los grupos alzados en armas expresen su voluntad de reincorporación, el Gobierno presentará a la consideración del Congreso de la República un proyecto de ley de indulto, el cual sería aplicable una vez se culminen los procedimientos contemplados en esta iniciativa.

6. Coordinación de la Iniciativa

La información oficial sobre el desarrollo de esta iniciativa será coordinada por el Ministerio de Gobierno y por la Consejería Presidencial para la Rehabilitación, Normalización y Reconciliación. Igualmente, la concertación interinstitucional requerida estará a cargo de las mismas entidades.

 

II. FASE DE TRANSICION

 

Tiene como propósito iniciar el tránsito hacia. la normalidad institucional y el regreso a la democracia de los grupos alzados en armas, con los cuales se hayan establecido, en la fase anterior, procedimientos para su reincorporación.

Procedimientos y acciones:

l. Garantías reales y específicas

Se buscará el establecimiento de garantías reales y específicas, así como de condiciones económicas y sociales de urgencia que hagan posible la reincorporación de los integrantes de las agrupaciones a la sociedad.

2. Coordinación de entidades públicas y privadas

Se procederá a la preparación y coordinación de las acciones de las entidades oficiales y privadas para la ubicación definitiva y la incorporación política, económica y social de quienes estén dispuestos a renunciar a la lucha armada.

3. Cese de operaciones subversivas. Ubicación temporal de los alzados en armas

Para este momento, deberán cesar las operaciones subversivas de los grupos alzados en armas que se hayan acogido a esta iniciativa. De manera inmediata se procederá a su desplazamiento, recepción y ubicación en los sitios previamente acordados. Las Fuerzas Armadas, dentro de las fechas previstas, suspenderán patrullajes y ofrecerán máxima protección en las rutas de desplazamiento y en las áreas de ubicación.

4. Armas y municiones

En cuanto a las armas y municiones en posesión de los movimientos, se entiende que la plena reincorporación a la vida democrática debe hacerse sin armas y sin que exista la amenaza de su posible uso futuro.

5. Creación de los Consejos Regionales de Normalización

Creación y puesta en operación de Consejos Regionales de Normalización para que coordinen las actividades a partir de esta fase. Estos Consejos deberán estar integrados, entre otros, por:

- El Gobernador, Intendente o Comisario, quien lo presidirá de manera indelegable.

- El Comandante de la Unidad Operativa Militar con jurisdicción en la región.

- Un Delegado de la Consejería Presidencial para la Reconciliación,

- Normalización y Rehabilitación.

- El Procurador Regional.

- El Comandante de Policía.

- El Director Seccional de Instrucción Criminal.

- El Director Seccional del DAS.

- Un Representante de la Iglesia.

- Voceros de los Partidos Políticos que tengan representación en la respectiva Asamblea Departamental, Consejo Intendencial o Comisarial.

- Voceros de los grupos guerrilleros en proceso de reincorporación.

 

Sus funciones deben ser, entre otras, las siguientes:

l. Supervigilar permanentemente los compromisos alcanzados.

2. Planear y desarrollar las actividades de recepción, atención y logística de los grupos en proceso de transición.

3. Coordinar las labores de registro, cedulación y documentación en general.

4. Organizar la distribución (temporal o definitiva) de los grupos en las áreas y ocupaciones previstas.

5. Coordinar a través del comandante de la unidad operativa militar la acción de las Fuerzas Armadas para facilitar los desplazamientos y concentraciones de los grupos alzados en armas.

6. Presentar las recomendaciones al Gobierno sobre las acciones y trabajos que deben ser adelantados para el mejor desarrollo del proceso de reincorporación.

7. Realizar inspecciones frecuentes y periódicas con el fin de mantener el dinamismo requerido en el proceso.

 

6. Atención básica.

Provisión de atención médica, suministro de alimentos y de alojamiento adecuado en las zonas acordadas, bajo la coordinación de los Consejos Regionales de Normalización.

 

III. FASE DE INCORPORACION DEFINITIVA A LA VIDA DEMOCRATICA

 

Durante esta fase se reintegrarán plenamente a la sociedad los hasta entonces alzados en armas, culminando así los compromisos establecidos en los Procedimientos de Incorporación a la Vida Democrática. También se proveerán los estímulos y las garantías necesarias para el pleno ejercicio de la actividad política.

 

Procedimientos y acciones:

1. Indulto

El Gobierno Nacional procederá, por los sistemas legales establecidos, a aplicar la ley de indulto, que apruebe el Congreso Nacional, para las personas de los grupos reincorporados.

 

2. Estímulo al ejercicio político

Se procederá a garantizar los medios para el pleno ejercicio de la actividad política y para la participación electoral.

 

3. Medidas de asistencia temporal

El Ejecutivo adoptará, durante un período razonable, medidas de asistencia económica para las personas que se hayan reincorporado a la actividad ciudadana. Igualmente, promoverá la aplicación de mecanismos para su definitiva vinculación social y económica.

 

4. Medidas de protección al derecho a la vida

Simultáneamente, se adoptarán medidas adecuadas de seguridad y protección a la vida e integridad de las personas reincorporadas, de acuerdo con programas específicos previamente concertados con ellos.

 

IV. DIALOGOS REGIONALES PARA LA CONVIVENCIA

 

Los conflictos y perturbaciones regionales son a menudo más claramente identificables en sus causas, en sus implicaciones y en sus componentes. Es así como múltiples factores, distintos a las acciones subversivas, son muchas veces causas reales de violencia. Dentro de éstos se puede destacar la delincuencia común, los grupos terroristas de diferente inspiración y dÍllfisos propósitos, y los conflictos por el control de los recursos productivos, como la tierra y las minas. A estas otras causas de violencia se deberán dirigir los diálogos regionales.

Las gentes de las regiones afectadas por situaciones de perturbación deben asumir con responsabilidad y valor civil la búsqueda de soluciones para la convivencia. Las fuerzas políticas y sociales poseen criterios e iniciativas que pueden contribuir sin duda a la erradicación de los factores de perturbación. Esa solidaridad colectiva podrá aislar a quienes utilizan la violencia. A cualquier tipo de violencia, sea éste para imponer o acallar ideas políticas; sea para proteger intereses, patrimonios y privilegios, o sea para defenderse por mano propia de manera ilegal e ilegítima.

 

Procedimientos y acciones

l. Simultáneamente a la iniciación del desarrollo de las fases contempladas en la iniciativa para la paz, se continuarán buscando, a través de entendimientos regionales, las posibles soluciones a los factores locales de perturbación.

2. El Gobierno procederá a establecer mecanismos de coordinación institucional del más alto nivel, por medio de los cuales se compromete a acoger y tramitar las posibles soluciones a casos específicos de violencia regional. Estos diálogos deben ser una sólida expresión de la ciudadanía contra la violencia. Se espera la participación franca y abierta de voceros de los partidos y de los movimientos políticos, de la Iglesia; de las organizaciones sindicales, campesinas, gremiales, populares e indígenas, de comerciantes, de ganaderos y, en general, de las fuerzas políticas y sociales de las regiones.

3. El Gobierno, por medio de sus agentes, los gobernadores, los intendentes y los comisarios, facilitará la realización de los diálogos. Se buscará la cooperación de la Procuraduría General de la Nación.

4. Los Ministerios de Gobierno, de Defensa Nacional, deJusticia, los Consejeros Presidenciales para la Defensa, Promoción y Protección de los Derechos Humanos, y de Reconciliación, Normalización y Rehabilitación, así como el DAS. ya han dispuesto lo necesario para respaldar con acciones y medidas prontas y eficaces la lucha contra todas las formas de violencia.

 

V. TERMINO PARA CULMINAR LA INICIATIVA PARA LA PAZ

 

El desarrollo de la Iniciativa para la Paz –cuyo fin primordial es remover factores de perturbación, fortalecer la democracia, propiciar la participación de nuevas fuerzas en la lucha política legal y afianzar la tranquilidad ciudadana– deberá completarse ineludiblemente antes de que se inicie el próximo proceso electoral.

 

Compatriotas:

Es bien claro que el futuro de Colombia no está en la violencia, ni en el secuestro, ni en la extorsión. El futuro del país está en un pueblo trabajador, que día y noche, pacíficamente, se esfuerza por construir, y lo está logrando, una Colombia mejor para sus hijos.

El futuro de Colombia no está en la violencia. Está en el campesino madrugador que produce los alimentos que todos necesitamos y quien recoge el café que le ha dado nombre mundial a Colombia; está en el estudiante dedicado a prepararse adecuadamente; está en el obrero que con sus manos está construyendo las ciudades del país; está en en los empresarios, – agricultores, industriales y comerciantes– que están haciendo crecer nuestra economía; está en los exportadores que están conquistando nuevos mercados en Estados Unidos, Asia y Europa; está en los trabajadores que usando máquinas modernas están explotando yacimientos de carbón y extrayendo gas y petróleo; está en los intelectuales y académicos que con sus ideas señalan nuevos horizontes al país; está en los miles de mujeres, tanto en aquellas que han ingresado a la fuerza laboral y a las universidades, como en aquéllas dedicadas paciente y generosamente a las tareas del hogar. En fin, el futuro de Colombia no está en las armas sino en el trabajo y en las ideas.

Todas estas gentes de bien quieren que haya paz. El clamor nacional es en favor de la solución pacífica de nuestros desacuerdos.

Convoco a los alzados en armas a que se reincorporen a la vida civil. Que los esfuerzos de toda la nación se dirijan a alcanzar el bienestar y la justicia social que aseguren para todos la satisfacción de las necesidades básicas y la posibilidad de vivir sin angustias y temores.

Que la violencia con todos sus borradores quede atrás, superada para siempre. Y que los caminos de la solidaridad y del progreso se abran para todos los colombianos. Esta es una hora de esperanza y de confianza en el destino promisorio de nuestra patria.

 

 

 

 

 

Intervención en el Corregimiento de La Chorrera, Municipio de Leticia,

Comisaría del Amazonas, al hacer entrega del "Predio Putumayo" a las Comunidades Indígenas.

La Chorrera, abril 23 de 1988

 

Señores Gobernadores Indígenas

Señores Ministros del Despacho

Señores Senadores

Señor Almirante Comandante del CUS

Señor Jefe de Dainco

Señores Gerentes de la Caja Agraria, del Inderena y del Incora,

Señores Representantes de la Organización Nacional Indígena de Colombia

Autoridades indígenas, civiles, eclesiásticas y militares

 

Compatriotas

Ha bitikwe. Ñúefue, úa rafúe, ómoimo yoitikwe: ikoiri, omói énie, ha órnoie.

La historia del Predio Putumayo es la historia del país, íntimamente ligada a la de las relaciones colombo-peruanas y particularmente referida a cuestiones fronterizas.

Grupos indígenas lo han mantenido y conservado, dentro de su particularísima sabiduría ancestral sobre manejo de la naturaleza, durante todos los años de su existencia; aún con demérito de su casta y con merma de su número, por razón de los injustos ataques de todo orden, los indígenas están aquí y el predio los ha acogido y alimentado: tierra e indígenas se pertenecen. Esta es, pues, la razón para que el Estado Colombiano haya dispuesto reconocer formalmente a los indígenas la condición de propietarios, bajo la modalidad de Resguardos, del Predio Putumayo. Para que la realidad milenaria de la Posesión reciba el ingrediente formal de la titularidad del dominio; para que ellos busquen y obtengan la seguridad del bienestar; para que así, el Predio se conserve en beneficio del ecosistema.

Resulta bien propicia la oportunidad que tenemos en el día de hoy, en el que tiene lugar un importante acontecer nacional, para reseñar los lineamientos generales de una política gubernamental respecto de los indígenas y señalar los compromisos en desarrollo de ella.

 

Principios básicos

El Gobierno Nacional es consciente de que la política del Estado Colombiano, en cuanto a los indígenas, se ha fundamentado en los siguientes principios básicos que han orientado la legislación expedida hasta la fecha sobre la materia.

Las comunidades indígenas tienen derecho a un territorio exclusivo que les sirva de asentamiento en el que puedan desarrollar sus actividades productivas. Tienen derecho a darse sus propias formas de organización, a fijarse sus propios reglamentos y a elegir sus autoridades. Los asiste un característico grado de autonomía en el manejo de sus asuntos internos. Gozan del derecho a estudiar sus propias condiciones de vida y a darse modelos de desarrollo que armonicen con ellas. Con todo derecho, merecen el respeto y el reconocimiento de la integridad de su territorio, de su organización, costumbres y tradiciones, para que ello les permita disfrutar de una vida armónica y apacible. La propiedad de la tierra se fundamenta en la constitución de las áreas ocupadas, con el carácter legal de Resguardos por parte del Gobierno.

Sin embargo, esta política no puede circunscribirse exclusivamente al conjunto de normas expedidas para regular las relaciones del Estado con los indígenas. Este Gobierno considera indispensable y de especial prelación conocer, analizar y evaluar, objetiva y totalmente, el acervo de las costumbres, los usos y sistemas de control social de que estos numerosos grupos disponen, y tomar en consideración sus valores religiosos y culturales, porque son ocultarles los nocivos resultados que traería el quebrantamiento de esos valores y de esas instituciones propias; ello, con el objeto fundamental de permitir a la población indígena beneficiarse, en pie de igualdad, de los derechos y oportunidades que la ley otorga al resto de la sociedad, de promover el mejoramiento de su nivel de vida y de crear posibilidades de integración nacional, con exclusión de cualquier medida tendiente a la asimilación artificial de las diversas etnias indígenas.

 

Los pueblos indígenas y sus derechos

Los 81 grupos indígenas que habitan a lo largo y ancho del territorio nacional, constituyen en su conjunto una importante población de cerca de cuatrocientas cincuenta mil personas, que representa un valor social y cultural invaluable en el país.

Las comunidades indígenas colombianas que viven y ocupan extensos territorios en la Amazonia, el Litoral Pacífico, las sabanas naturales del oriente del país, la península semidesértica de la Guajira y las tierras en las faldas y valles de la compleja geografía de los Andes, continúan soportando en mayor o menor grado situaciones de marginalidad y desatención del Estado.

Este Gobierno ha sido enfático en señalar que debe garantizarse a los indígenas el goce de sus derechos en condiciones de igualdad con los demás nacionales, sin detrimento de las medidas especiales de protección que les consagra la legislación colombiana. Así mismo, se debe reconocer el carácter multiétnico de la Nación y apoyar las comunidades indígenas, para que asuman plenamente sus derechos como condición necesaria para el fortalecimiento de la democracia.

Durante la campaña presidencial expresé que las comunidades indígenas tienen plena capacidad para el ejercicio de sus derechos y son acreedoras al respeto de los mismos, como personas, como colombianos y como indígenas. Por lo tanto, debe garantizarse su derecho al dominio individual o comunal de sus territorios tradicionales, a la administración propia sobre los recursos de estos territorios, a que el Estado les facilite los recursos y la asistencia técnica para alcanzar autosuficiencia económica de acuerdo con sus propios patrones de bienestar social, a la protección de su salud, entendida ésta de manera integral respetando su medicina tradicional, a la autonomía cultural ya una educación conforme con sus modos propios de vivir y ver el mundo.

Por otra parte, el Gobierno Nacional, en su Plan de Economía Social, se ha propuesto como uno de sus grandes objetivos, el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos, poniendo en marcha una estrategia de desarrollo social que busca el acceso adecuado y suficiente de la población a los activos sociales y económicos, que le permita gozar de los servicios de salud, de educación, bienes básicos y seguridad alimentaria. Las comunidades indígenas, de ninguna manera, deben estar por fuera de estos grandes propósitos y de los grandes planes de mayor prelación, previstos por el Gobierno, como el Plan Nacional de Rehabilitación y el Plan de Desarrollo Rural Integrado.

 

La política del Gobierno actual

Sobre estas bases ha querido el Gobierno que su política en relación con los indígenas se oriente a la preservación de las zonas tradicionalmente habitadas por las comunidades, a la provisión de servicios sociales básicos, a la protección de sus derechos fundamentales y en especial de su integridad social y cultural y a brindar a estas poblaciones los medios y mecanismos de participación que les permitan decidir sobre las políticas, programas y acciones del Estado que las afecten.

Esta política está estrechamente ligada a la política ambiental, que tiene como propósito el ordenamiento, la protección, la recuperación y el aprovechamiento sostenido de los recursos naturales, en especial en los ecosistemas frágiles del medio selvático.

Considera el Gobierno como un compromiso con los colombianos del presente, indígenas y no indígenas, y con las futuras generaciones, proteger los recursos naturales del bosque tropical, que por sus características ha requerido siempre sistemas particulares de manejo de su fragilidad y baja fertilidad. Nada mejor para la consecución de este objetivo que confiar su cuidado a los indígenas experimentados, que han sido sus pobladores por milenios.

A partir de este marco general de política social y de las normas legales existentes, este Gobierno está poniendo en marcha un conjunto de programas que busca garantizarle a los indígenas el acceso a la tierra y sus recursos naturales, el incremento en los niveles de capacitación y organización y el desarrollo de la base productiva de la economía tradicional indígena, con miras a lograr su autosuficiencia. Con estas acciones se espera remover los factores limitantes que obstaculizan el desarrollo y el bienestar de estas comunidades.

En materia de tierras se busca agilizar la entrega, bajo la forma de Resguardos, de las áreas que vienen ocupando tradicionalmente, con fundamento en la Ley 135 de 1961, la Ley 31 de 1967, aprobatoria del Convenio de la OIT celebrado en Ginebra en 1957, y la nueva ley de 4 Reforma Agraria, expedida durante este Gobierno, en la cual se faculta al INCORA para la constitución directa de Resguardos Indígenas. Para la explotación apropiada de estas tierras, el Gobierno está adelantando programas de crédito y asistencia técnica por medio del INCORA. En coherencia con esta política de creación de resguardos el Gobierno no fomentará la colonización en las zonas tradicionalmente habitadas por las mencionadas comunidades. 

Respecto a los derechos de los indígenas en la explotación económica del subsuelo, es decisión inmodificable del Gobierno Nacional que estas comunidades no tengan jamás derechos inferiores a los que, sobre el mismo aspecto, tienen establecidos los demás colombianos.

Así mismo, el Gobierno garantiza a las comunidades indígenas su derecho al usufructo de los recursos naturales renovables que con tengan sus territorios y que, de común acuerdo con cada comunidad, se ordene la vigilancia, la reposición y el uso sostenido de los mismos. Para esto el INDERENA nombrará, con base en la Resolución Número 0997 de septiembre 18 de 1987, inspectores indígenas de los recursos naturales en los Resguardos y elaborará un proyecto para reglamentar parte del Decreto 2811 de 1979, Código de Recursos Naturales Renovables.

De igual manera se reconoce el derecho de los indígenas a organizarse de acuerdo con sus usos y costumbres, en desarrollo de la Ley 89 de 1890, garantizando las condiciones necesarias que les permitan cumplir con las atribuciones que la comunidad les asigne y las que les confiere la legislación nacional.

Para reforzar la participación indígena en la toma de decisiones sobre las políticas y programas que los afecten, se han ido creando una serie de mecanismos con participación indígena tales como los Consejos Municipales de Rehabilitación, los Comités de Política Indigenista y el Subcomité de la Comisión de Estudios y Reforma. de la Legislación Minera.

Además de estos mecanismos de participación, el Gobierno ejercerá una rigurosa vigilancia para que se cumplan las normas que amparan a las comunidades indígenas en el ejercicio de su autodeterminación cultural, social, política y económica.

En el campo de la educación, el Gobierno busca desarrollar programas conforme a las costumbres, necesidades y deseos de las diferentes comunidades. Estos programas tienen como objetivo fortalecer la capacidad social de decisión de los indígenas sobre su propio destino, lo cual conlleva una decidida política del Ministerio de Educación Nacional para poner en ejecución los Decretos Reglamentarios y demás disposiciones de ese Ministerio, orientados a la consecución de dichos objetivos, con la participación de los mismos indígenas.

Con el propósito de facilitar el acceso de los indígenas a la educación media y superior, se creará este año un fondo de becas en el ICETEX que se denominará “Álvaro Ulcué”, en honor al sacerdote mártir de la lucha por la reivindicación de los derechos de los indígenas.

El Gobierno, a través del Ministerio de Salud, diseñará y desarrollará programas de atención primaria en salud, de acuerdo con las costumbres y necesidades de las comunidades indígenas. Para este efecto creará el Ministerio un grupo especializado en atención a las comunidades indígenas y adoptará las medidas que sean necesarias para poner en ejecución la Resolución 10.013 de 1981, emanada de ese Ministerio, la cual establece que el servicio de salud debe prestarse teniendo en cuenta las características culturales de cada comunidad.

En apoyo a los anteriores programas se avanzará en la dotación a los indígenas de una infraestructura básica comunitaria que comprenda dispensarios de salud, escuelas, vías de acceso, centros de acopio y mercadeo, acueductos y alcantarillados, casas de cabildo y complejos recreacionales acordes con las necesidades y particularidades de cada población. Para asegurar los recursos financieros que estas acciones demandan, el Departamento Nacional de Planeación llevará, a partir de estos lineamientos, al Consejo de Política Económica y Social, una propuesta de política social y financiera para el sector indígena.

Esta Administración, con la coordinación de la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno, está adelantando programas para que las autoridades de la República y la sociedad colombiana en general conozcan y respeten los valores culturales de las comunidades indígenas y para que los funcionarios públicos, no importa su posición o su cargo, den cumplimiento a las normas legales que tutelan los derechos de las mismas.

De igual manera, ordena un trato justo a estas comunidades y advierte que sancionará ejemplarmente los actos discriminatorios contra los indígenas. La lucha contra la discriminación comprenderá, además, una campaña educativa encaminada a remover los prejuicios culturales y sociales que favorecen tales actitudes.

 

Reordenamiento de la Administración Pública que atiende las comunidades indígenas

En armonía con las directrices del Plan de Economía Social, se están realizando las gestiones necesarias para hacer de la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno un organismo eminentemente técnico, con la dotación y la capacidad administrativa y financiera suficientes para que asuma la coordinación general de la acción del Gobierno en materia de indígenas.

Consideramos fundamental apoyar la investigación científica, en colaboración con las comunidades indígenas, en las áreas de antropología, ecología y ciencias afines, y el fortalecimiento de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales dedicadas a estas actividades, para que la acción del Gobierno en las comunidades culturalmente diferenciadas y los ecosistemas frágiles se fundamente en conocimientos precisos.

 

Los quinientos años

Con miras a la conmemoración de los quinientos años del arribo de los europeos al Continente Americano, hecho de trascendental significación en la conformación de nacionescomo la nuestra, y que permitió el encuentro de tres culturas, la indígena, la europea y la africana, estoy ordenando a todas las entidades gubernamentales trabajar en las directrices arriba mencionadas, orientadas a beneficiar a las comunidades indígenas con hechos concretos y tangibles para llegar a la década del noventa con un trato justo, acorde con las necesidades y aspiraciones de las comunidades indígenas.

Espera este Gobierno que, cuando se conmemore este acontecimiento, ya haya sido entregado a la totalidad de las comunidades indígenas del país, un territorio dónde vivir libremente, conforme a sus tradiciones y costumbres, con medidas positivas de defensa y protección de los recursos naturales de los territorios indígenas y con el pleno reconocimiento de sus formas de organización social y de sus valores culturales. Es necesario que los colombianos revaloremos la imagen que tenemos de la población indígena y es un propósito del Gobierno dar a conocer el valor real y los aportes de los pueblos amerindios en la conformación de nuestra nacionalidad.

 

Bases para una política amazónica

Con la entrega de los resguardos del Predio Putumayo, Monocha, Aduche, Puerto Sábalo o Los Monos, Villazul y del Yaigojé o Apaporis se completan más de doce millones de hectáreas constituidas bajo la figura de Resguardos Indígenas y Parques Naturales en el Amazonas colombiano y se da un paso definitivo en la ejecución de una política amazónica, que reconoce los derechos de las comunidades aborígenes y busca establecer un manejo racional, equilibrado y sostenido de los recursos naturales.

Antes de la entrega del Predio Putumayo, los resguardos indígenas en la Amazonia colombiana se extendían por algo más de 5 millones de hectáreas, situación que ganó para Colombia expresiones de admiración, respaldo, felicitación y gran acogida de la comunidad científica internacional. Considero, por lo tanto, que este reconocimiento internacional es hoy aún mayor con motivo de que el país ha duplicado el área de protección y desarrollo de las comunidades indígenas y de conservación del medio natural.

Esta protección no desconoce en ningún momento el derecho que tiene la población indígena y no indígena de gozar de los beneficios de la sociedad moderna, pero ese derecho naturalmente está enmarcado dentro de programas que no violan los principios que he enunciado. Para orientar estos programas se está ordenando al Departamento Nacional de Planeación, a DAINCO, a las Divisiones de Asuntos Indígenas, al lNDERENA y a COLCIENClAS, diseñar un plan de manejo especial para las zonas protegidas y sus áreas aledañas.

En el marco del Tratado de Cooperación Amazónica, el Gobierno de Colombia, al que actualmente corresponde ejercer la Secretaría del Tratado, se propone estimular la adopción de todas las acciones necesarias para desarrollar los territorios amazónicos dentro del fiel cumplimiento de las respectivas disposiciones nacionales de protección a las culturas indígenas y a los recursos naturales. Igualmente, sugiere el estudio conjunto de la situación de los pueblos indígenas que se encuentran en las regiones amazónicas de cada uno de estos estados, para construir un modelo para el mejoramiento de dichas comunidades. 

 

Conclusión

Cuánto complace la Gobierno Nacional y al Presidente de la República en particular, haber apresurado la culminación de este gran acto de justicia, consistente en la entrega a las comunidades indígenas de la Amazonia de las tierras que han sido su cuna, su hogar, el asiento fundamental de su sociedad y en las que, por tantos años, sus antepasados y abuelos sufrieron no sólo los rigores de la naturaleza sino hasta el atropello de nacionales y extranjeros. A esos antepasados rindo hoy un homenaje de gratitud y admiración por su valentía y tenacidad, que fueron indudablemente pilares útiles para que se forjara nuestra nacionalidad.

Todos los planteamientos mencionados, que constituyen la política del Gobierno Nacional, deben entenderse por los señores Ministros de Gobierno, Agricultura, Educación, Salud y Trabajo, así como por los Jefes del Departamento Nacional de Planeación y DAINCO y de los demás organismos públicos a quienes corresponda realizar actividades con indígenas; deben entender todos los planteamientos mencionados, repito, como una orden expresa para que busquen y utilicen los mecanismos que faciliten la realización de esta política, la cual será coordinada por la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno.

Señor Gerente General del INCORA:

En forma expresa instruyo a usted para que, en desarrollo de la política del Gobierno Nacional y con el mayor interés, previas las visitas a los terrenos y los trámites pertinentes, delimite las áreas según el querer de las comunidades y entregue a ellas las respectivas escrituras públicas de cesión.

Aquí están sus tierras, queridos compatriotas de las comunidades Witoto, Murui, Muinane, Bora, Ocaina, Andoke, Yucuna, Cabiyarí, Inga, Siona, Letuama, Tanimuca, Macuna y demás que habitan los resguardos del Predio Putumayo y del Apaporis. Sigan amándolas y cuidándolas como hasta ahora, ya que ellas, como siempre, seguirán siendo su mejor albergue porque sólo ustedes conocen sus secretos, sus bondades, sus debilidades y hasta sus más sutiles actitudes.

Ja idéskue (ya me voy)

 

 

Discurso del Presidente Virgilio Barco ante el Congreso Nacional,

al tomar posesión de la Presidencia de la República.

Bogotá, agosto 7 de 1986

Desde cuando han existido los registros de la historia todos los grupos sociales han rodeado de solemnes ceremonias los hechos fundamentales que determinan su destino. Esta es una de ellas.

Se le exige al nuevo mandatario, más allá del rito y según acatada costumbre, que manifieste, desde este mismo recinto, cómo va a gobernar. No es tarea fácil. Durante una larga campaña, desde las grandes ciudades hasta las aldeas, recorriendo todos los caminos, ante mujeres y hombres, ante campesinos y obreros, comerciantes e industriales, en fin, ante el pueblo todo, he planteado las tesis de mi partido, que son las mías. El pueblo las acogió con serena esperanza pero sin vanas ilusiones. Estos planteamientos merecieron la más fervorosa y rotunda adhesión.

 

Más allá de las fronteras con ademan solidario

La primera obligación de un gobernante es la de mantener la integridad del territorio y defender la soberanía. Colombia no ha sido un país expansionista. Ha solucionado siempre sus litigios internacionales por las vías del entendimiento. A nadie ha agredido ni cuenta con arsenales que puedan despertar sospechas o desconfianza con respecto a su auténtica vocación pacifista. Su tradición es de apoyo a las organizaciones internacionales y de acatamiento al derecho que regula la vida de las naciones.

Hemos contribuido a la creación, desarrollo y perfeccionamiento, tanto del Sistema Interamericano como de la Organización de las Naciones Unidas. Siempre hemos estimulado los anhelos integracionistas regionales y subregionales.

Los principios de no intervención, de autodeterminación de los pueblos, de solución pacífica de las controversias suscitadas entre Estados, han inspirado nuestro comportamiento internacional.

Desprovistos de cualquier intención de interferencia indebida, hemos interpuesto nuestros buenos oficios cuando así lo han demandado naciones amigas, cuya autonomía respetamos y cuya tranquilidad y progreso democrático anhelamos. No es propósito de mi gobierno alterar esta conducta.

Nuestra política exterior ha sido la de mantener relaciones amistosas con todos los países, eso sí, dentro del respeto mutuo a la dignidad, la independencia y la soberanía. La no alineación la consideramos como un elemento de equilibrio en el sistema internacional y de apertura al diálogo entre los países industrializados y los países en desarrollo. Los intereses de Colombia están por encima de cualquier consideración emotiva o circunstancial.

El tráfico de drogas y el terrorismo, graves delitos contra la humanidad, son preocupación principal de todas las naciones. Por ello continuaremos colaborando con los esfuerzos que hace la comunidad de naciones para salvar a nuestra civilización de sus perversos efectos.

El fortalecimiento de la amistad con nuestros vecinos, las relaciones con todas las naciones del Caribe y la urgencia de propiciar un mayor acercamiento al área del Pacifico, son asuntos prioritarios de nuestra agenda internacional.

Venezuela y Colombia son aliados naturales. Lo que nos une vale más, incomparablemente más, que aquello que nos separa. La ausencia de entendimiento empobrece no sólo a las gentes de la frontera sino a los dos pueblos. Procuraré alcanzar un acuerdo justo y viable para la delimitación de nuestras áreas marinas y submarinas. Así lo hemos logrado, felizmente, con países con los que estamos unidos por lazos históricos de amistad, tal el caso de Ecuador, Panamá, República Dominicana, Haití, Costa Rica y, en días pasados, la República de Honduras.

Las relaciones económicas internacionales guardarán armonía con nuestras metas de progreso y bienestar. La política exterior del gobierno que hoy comienza se sustentará en nuestras mejores tradiciones, sobre la base de un gran consenso nacional, con miras a preservar los intereses superiores de la patria.

 

La obligación del gobernante

Mi tarea incansable será la de proteger a todas las personas, en el ámbito de la República, en su vida, honra y bienes. Este no es un propósito sino una obligación impuesta a toda autoridad, cualquiera que ella sea.

Agrego que me corresponde preservar la libertad, buscar la paz, promover el cambio y propiciar la igualdad. Sé que estos nobles conceptos constituyen unos ideales que, como tales y en un mundo insatisfecho, nunca se alcanzarán cabal mente. Pero tienen que ser el propósito de la permanente obra del Gobierno.

 

El sendero de la democracia

Precisar con anticipación el derrotero minucioso de la acción del gobierno, en una época de incertidumbre e inestabilidad, seria adoptar esquemas dogmáticos que sujetarían al país a rígidos moldes y lo llevarían inevitablemente a la desilusión y al desastre. Un gobierno debe ser firme en los propósitos pero flexible en la manera de procurarlos.

En nuestra convulsionada historia política, en una Nación que han contribuido a modelar nuestros dos partidos, hemos pasado por duras confrontaciones, con sus guerras civiles declaradas y no declaradas; por el predominio absoluto de un partido; por provisionales etapas de conciliación, hasta llegar a la fórmula innovadora del Frente Nacional.

Ese sistema, que restableció las instituciones después de un período durante el cual estuvieron prácticamente abolidas, fue producto de pactos que se llevaron a una formulación constitucional, con vigencia transitoria.

Esa rigidez constitucional desapareció. La reemplazó una norma que limita la facultad discrecional del Presidente para constituir el gobierno. Insistentes y variados sectores políticos que son expresión de un querer colectivo casi unánime, reclaman su derogatoria para que tenga vigencia la democracia plena. Participo de esta orientación. Así lo he expresado y así lo sabe la Nación.

En los últimos 30 años la sociedad se ha transformado, las generaciones se han sucedido y con ellas las formas de vida y la estructura misma del país. Nada ha seguido igual. El país de hoy no es el de entonces. ¿Cómo pretender, pues, la continuidad de un precepto que restringe el pleno ejercicio de la democracia, y que sólo se justificó en esa etapa de nuestra historia? 

 

La participación en un mandato popular

Como gobernante debo acatar la norma constitucional vigente en su letra y en su espíritu. Por eso, en el decreto mediante el cual designé los Ministros del Despacho daré participación adecuada y equitativa al partido que siguió en votos al del Presidente, no obstante la declaración del Directorio Nacional Conservador.

Me propongo, porque así lo permite la Constitución, organizar un gobierno que ejecutará, con espíritu nacional, el programa liberal que sirvió de bandera para que el pueblo, libre y democráticamente, me eligiera para gobernarlo en el próximo cuatrienio. La decisión sobre si coopera o no en la ejecución de esa tarea, como también lo contempla la Constitución, le corresponde al Partido Conservador. La democracia ofrece la posibilidad, cuando hay un sistema de dos partidos predominantes, de que uno de ellos ejerza el gobierno y el otro la oposición; que uno sea mayoría y que el otro pueda, si el pueblo así lo quiere, convertirse, en su oportunidad, en alternativa de gobierno. Se le da así a un país la opción de escoger, de corregir el rumbo, de hacer responsable al gobierno, de cambiar, porque en una democracia no hay situaciones irreversibles.

Esta decisión, la de que exista un partido de oposición, no me corresponde a mí. Pero si el Partido Conservador u otras fuerzas políticas deciden tomar el camino de la oposición, siempre dentro de los límites constitucionales y legales, el gobierno les garantizará el ejercicio de esa función y ese derecho fundamentales. La democracia rechaza las hegemonías y el partido de gobierno no puede arrogarse la potestad de dominar toda la vida de la sociedad. La discusión, la diversidad, los conflictos, son de su esencia. Los reconoce y, aún a veces, los estimula; no los niega ni los coarta. De ellos deriva su dinamismo. Ellos son legítimos. Lo que ofrece la democracia son procedimientos para tramitar, dentro de un ambiente de convivencia, las distintas aspiraciones y la inconformidad. En la democracia se le encomienda a un partido que ejerza el gobierno y oriente al país. Pero en ella la administración no es ni puede ser botín de un partido. Servir desde el Estado es un derecho y una oportunidad a la que debe tener acceso todo ciudadano capaz, sin distinción de partido, de opiniones, de clases, de raza o de convicciones religiosas. Este es el marco: un gobierno de orientación de partido, con una administración sin exclusivismos, abierta a todos, y uno y otra, gobierno y administración, consagrados al servicio severo y pulcro de toda la Nación.

 

Para ampliar la democracia

El proceso de perfeccionamiento de nuestra democracia tiene que ser aún más profundo. Y esto se logrará con una más amplia participación ciudadana. Mi gobierno impulsará la tarea legislativa dirigida a reglamentar tanto la elección de Alcaldes como la consulta popular en el nivel municipal. Propiciará, también, la creación de una circunscripción nacional que permita a las minorías obtener una adecuada representación en el Congreso.

Estimo, igualmente, que la institución del Estado de Sitio debe ser reformulada mediante la introducción de mecanismos constitucionales intermedios y graduales que permitan afrontar diversas situaciones de perturbación. El Estado de Sitio, recurso extremo y excepcional, debe estar reservado sólo para las grandes conmociones.

Estas, u otras similares, son las reformas que promoverá el Gobierno, así provengan de la iniciativa del legislador o de la suya propia. La Constitución, con sus reformas sustanciales, ha llegado a ser un cuerpo de normas que cuenta con el acatamiento de la Nación, y que debe ser objeto, por parte de los jueces y del gobierno, antes que de apresuradas modificaciones, de una interpretación ajustada a las transformaciones sociales. El país aspira a que con estos fundamentos se atiendan sus necesidades y se haga efectiva la acción del Estado. Es la hora de las realizaciones y no de las disputas teóricas.

En lo político, corresponde al Congreso dictar las medidas que lleven al bienestar general, a corregir las fallas de nuestra organización, a proveer los recursos para la acertada acción del Estado. Me someteré a su decisión y a su juicio. Solamente solicitaré autorizaciones o haré uso estricto de los recursos excepcionales para consolidar las instituciones, para superar las crisis y para promover el cambio.

 

Fidelidad al compromiso adquirido

Mi gobierno no buscará pretextos para evadir los compromisos que adquirí como candidato. No haré transacciones por encima del querer de los electores, ni celebraré pactos de dirigentes basados en un supuesto consenso para eludir esa voluntad ciudadana. El gobierno propiciará la discusión, estimulará el debate y sólo buscará acuerdos dentro de la fidelidad al mandato popular.

Como Presidente he recibido ese mandato. Los Congresistas han recibido también un mandato. En las Cámaras están representados nuestros tradicionales partidos y una nueva fuerza política, la Unión Patriótica. Saludamos su presencia. Estos hechos atestiguan y confirman la validez de nuestras instituciones democráticas, que por elecciones libres, como fueron las de marzo y mayo, permitieron ventilar nuestras divergencias políticas. Ese sentimiento democrático ha penetrado en la conciencia de los colombianos.

Ese mismo pueblo, entusiasta e inerme, en dos debates electorales después de agitada y prolongada campaña, y luego, clamorosamente también, en la visita pastoral de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, dio claras muestras de su civismo y de su íntimo y expreso deseo de vivir en paz y de que lo dejen vivir en paz.

 

Para superar el flagelo económico y la inclemencia social

Miremos la Nación. Somos un país de vastas extensiones, de tierras fértiles, de climas diversos, de variada producción, de grandes recursos naturales y de gente austera y emprendedora. No obstante ese panorama, heredamos viejos problemas y afrontamos nuevas necesidades y desafíos.

El ingreso por habitante, que venía creciendo desde hacía varias décadas, ha caído por debajo del nivel de 1982. Y lo que es peor, la desigualdad de su distribución se ha acentuado.

El gasto público se ha dedicado primordialmente al funcionamiento y se han hecho inversiones desmedidas en sectores de dudosa rentabilidad social y económica.

El déficit fiscal se presenta con características alarmantes para el próximo ejercicio presupuestal. Ha continuado la tendencia al crecimiento desbordado del gasto público que no redunda en beneficio social. El incremento desmedido de los medios de pago amenaza con desatar nuevamente la espiral inflacionaria.

El gobierno tendrá que comprometerse a fondo para adoptar los correctivos apropiados. El sector financiero, no obstante los esfuerzos de saneamiento, esta deteriorado. La deuda externa está alcanzando niveles preocupantes. En el sector descentralizado, la situación de iliquidez y el endeudamiento alcanzan cifras alarmantes.

Al igual que otras sociedades, la nuestra está compuesta por grupos que gozan de bienestar y grupos que sufren carencias de todo género. Pero en nuestro medio se ha llegado a una situación crítica porque inmensos sectores de la población están excluidos de los beneficios más elementales, como la nutrición, el agua potable, la salud, la vivienda, el trabajo y el esparcimiento. Padecen de la pobreza absoluta. Son grupos privados de las ventajas de la vida en sociedad.

Semejante deformación exige un tratamiento fundado no sólo en sentimientos humanitarios o exhortaciones de lamas alta estirpe espiritual, sino, también, dictado por la razón de ser del Estado y la preservación de la sociedad.

El salario real de todos los trabajadores colombianos ha disminuido. Hay un deterioro en las condiciones del trabajo y de los ingresos, y sobre nosotros pesa duramente el flagelo del desempleo, al cual no han escapado ni siquiera las naciones más avanzadas e industrializadas. Sus gobiernos reconocen el fracaso de todas las estrategias que han imaginado para generar nuevas fuentes de ocupación. Para nosotros este es, al lado de la erradicación de la pobreza absoluta, uno de los grandes retos que debemos afrontar. El desempleo tiene hoy lamas alta tasa de los últimos cincuenta años y afecta especialmente a los jóvenes y a los profesionales.

La política de ajuste, con toda su severidad, se hizo caer en forma casi exclusiva sobre los grupos más vulnerables de la población. Esa estrategia, por tanto, no puede continuar siendo aplicada.

El gasto público será reorientado hacia las áreas sociales: producción de alimentos, nutrición, salud, vivienda, agua potable, caminos de penetración y educación primaria, sobre todo en las zonas rurales y marginales.

Pondremos en marcha un programa de emergencia en materia de empleo, que requerirá la solidaridad de empleadores y trabajadores con los más necesitados.

Una economía y unos recursos del Estado canalizados bacía los sectores que generan más empleo y con los propósitos sociales que aquí se han señalado, aliviarán las duras condiciones de quienes sobreviven en la pobreza absoluta.

Para hacer posibles estos programas se requiere un nuevo esquema tributario que el Gobierno llevará a las Cámaras. Se buscará hacer más equitativas las cargas y crear un clima propicio a la inversión y al bienestar. Se propondrá, igualmente, un nuevo Estatuto del Presupuesto y de control del gasto público, para que la política presupuestal sea el instrumento del manejo adecuado y eficaz de los recursos fiscales.

Los ingresos cafeteros orientados, en primer término, a garantizar al caficultor la obtención de precios remunerativos, deben utilizarse tomando en consideración los más amplios intereses de la comunidad. Los recursos provenientes del sector energético, resultado de un gran esfuerzo colectivo, tendrán que emplearse con un criterio que vaya más allá de la inmediata conveniencia de ese sector y de sus instituciones.

Por ser la vivienda una necesidad esencial y la construcción una fuente de trabajo, será indispensable introducir propuestas legislativas que faciliten a las entidades públicas la adquisición de tierras urbanas y suburbanas, aprovechables para vivienda social y con posibilidades de obtener servicios públicos y medios adecuados de transporte. Así se hará.

Si una reforma urbana es ineludible, es igualmente urgente una reforma agraria. No tener acceso a la tierra priva a miles de familias campesinas de un ingreso razonable y llega a generar situaciones de violencia. Hay que crear procedimientos equitativos y expeditos de expropiación y distribución de la tierra, que permitan realizar este permanente y viejo anhelo. Pero al mismo tiempo hay que hacer uso de los más importantes avances tecnológicos para llevar la modernización y el estímulo al sector rural.

Es urgente incorporar a la actividad económica nuevas tierras. Las tenemos fértiles y en vastas extensiones, pero muchas permanecen inexplotadas. La construcción de vías y la regulación de aguas son obras que hay que emprender para ampliar la promisoria frontera agrícola de Colombia.

La ley y la justicia pilares de la convivencia Habrá que explorar, recurrir a la imaginación, estar dispuestos a ensayar. Fundamentalmente, se requiere un gran esfuerzo de toda la sociedad. Pero la primera exigencia es el fortalecimiento del orden civil. Es este el problema de la paz pública.

El nuestro, a pesar de todas sus deficiencias, es un Estado Constitucional en el cual pueden convivir todas las tendencias, desde las más aferradas al pasado hasta aquellas deseosas de introducir cambios radicales. El fundamento de la convivencia es el respeto a las normas, así se pretenda lograr virajes sustanciales. Por eso, las instituciones deben tener plena vigencia o recobrarla cuando se ha perdido.

Si todos obramos dentro de las instituciones; si ceñimos nuestro comportamiento a los mandatos constitucionales y legales; si ventilamos nuestros desacuerdos por la vía política; si tramitamos nuestras controversias, conflictos y quejas haciendo uso de los recursos e instancias judiciales; si nos comprometemos en una auténtica y vigorosa empresa de cambio social, político y económico; si obramos con patriotismo, sinceridad y honestidad, podremos recuperar la vida armónica de una sociedad civilizada.

Cuando se perturba el funcionamiento de las instituciones, cuando se quiebra la convivencia entre los ciudadanos, la búsqueda de su restablecimiento y de la reconciliación debe ser tarea primordial y permanente del Estado.

El Gobierno debe estar siempre dispuesto a examinar nuevas perspectivas y a considerar propuestas de entendimiento. Nuestro empeño de reconciliación debe continuar dentro de lineamientos claros e institucionales. Porque se trata precisamente de recuperar la normalidad y restablecer la convivencia.

Hay que poner en marcha un plan que permita la reincorporación de quienes han escogido el camino de la subversión armada. Para que se incorporen a la plenitud de la vida civil. Para que puedan hacerlo dentro de un ambiente de seguridad, y así ejerzan, como ciudadanos, los derechos que les corresponden en la actividad social, política, económica y cultural, al igual que todos los millones y millones de colombianos que han vivido en paz, que han preferido y siguen prefiriendo vivir en paz.

Para hacer efectiva esta perspectiva, consolidar lo alcanzado y avanzar, se creará un organismo dependiente directamente del Presidente de la República, que dirigirá y coordinará los planes políticos, sociales y económicos que contribuyan a la normalidad, y promuevan la rehabilitación de las zonas y las gentes azotadas por la violencia. Para ello no deben escatimarse esfuerzos ni recursos.

En este empeño, corresponde a los jueces un aporte decisivo. Que quien viole la ley, que quien sobrepase e infrinja las normas institucionales, quienquiera que él sea, cualquiera que sea su categoría o posición, reciba la correspondiente sanción.

La paz y la convivencia reposan en una justicia eficaz, imparcial y pronta. El Estado debe dar a los jueces, siempre, y con mayor razón en estas circunstancias excepcionales en que se hace más necesaria su función, los instrumentos apropiados para que desempeñen con eficacia y seguridad sus deberes.

Para lograr estos objetivos, el gobierno garantizará, en primer término, la independencia de los jueces. Hay que rodearlos de dignidad, protegerlos, asegurar su eficacia. Será un propósito de este gobierno, propiciar el cumplimiento de estos necesarios presupuestos para la vida en comunidad.

 

La fuerza al servicio del derecho y de la justicia

Al Presidente y a las Fuerzas Armadas, la sociedad les atribuye el encargo de velar por la paz pública. Es un deber ineludible. Ese es el fundamento mismo del origen y razón de ser del Estado. Si ellos no lo cumplen, quienes se sienten agraviados, o quienes ven en peligro sus intereses y derechos, tienden a arrebatar por su propia mano lo que creen que les es debido. Esa pretendida justicia privada es intolerable.

Dentro de este marco, el Estado y su brazo armado deben proceder, estrictamente ceñidos a la Constitución, sometidos rígidamente a la ley, respetando los derechos que corresponden a toda persona como ser humano. Aparentemente el Estado, el Gobierno y las Fuerzas Armadas, están en desventaja. Quienes optan por la rebelión y quienes escogen la vía siniestra del terrorismo, violan derechos esenciales, el derecho a la vida, a la propiedad y a la seguridad. El Estado no puede utilizar métodos semejantes. Si lo hace, pierde su legitimidad, su prestancia moral y el acatamiento de las gentes, que son precisamente, en la paz y en la guerra, los fundamentos esenciales para el ejercicio permanente y sereno de su autoridad.

Dentro de estos preceptos, las Fuerzas Armadas y el Presidente de la República, a quien la Constitución autoriza disponer de ellas para conservar en todo el territorio el orden público, preservarán la vigencia de las normas que protegen por igual a todos los colombianos, sin exclusión alguna.

La misión de la autoridad civil, apoyada cuando sea el caso en el poder reglamentado del estamento militar, consiste esencialmente en la defensa de los derechos y en la exigencia del cumplimiento de los deberes constitucionales de todos. Es la utilización legítima de la fuerza la que genera su aceptación por parte de la ciudadanía. Su uso arbitrario, en cambio, provoca rechazo y lleva a la violencia.

 

Invitación a la solidaridad nacional

Invito a las instituciones, a los partidos, a las personas, a los grupos y a las organizaciones, para que presten su concurso en la tarea que lleve a la incorporación de todos a la vida civil y a la normalidad institucional. Se trata de una empresa solidaria de todos los colombianos y no de una labor solitaria del Gobierno. En ello, todos, sin excepción, debemos comprometer nuestra responsabilidad.

Los principales destinatarios de esta obra de gobierno serán los más necesitados y las regiones más atrasadas. Hoy más que en el pasado, la sociedad está fragmentada por profundas grietas. Son muchos, muchísimos aquellos que carecen de casi todo lo esencial.

Si nuestra sociedad quiere preservar sus valores y hasta su propia existencia, debe concentrar la principal acción del Estado en crear para esos colombianos condiciones que sean menos amargas. De nada servirá a quienes tienen privilegios amurallarse, aislarse y desentenderse del destino de sus propios compatriotas, obstaculizar el cambio y obstruir las reformas. La autoridad no será guardián de desigualdades aberrantes ni de indebidas ventajas ya establecidas.

 

Pobreza absoluta: injusticia absoluta

La pobreza extrema no puede aceptarse como una consecuencia inevitable de las desigualdades naturales entre los hombres, ni mucho menos como una característica propia de las sociedades que aún permanecen en el retraso y asediadas por la miseria. En las postrimerías del siglo XX, Colombia no persistirá en fórmulas de comprobada ineficacia.

La presencia de varios Jefes de Estado y de representantes de gobiernos amigos, me anima a proponerles que afrontemos los latinoamericanos con la solidaridad de otros países, la gran batalla contra la pobreza. Durante mi gobierno, éste será un tema prioritario en las deliberaciones regionales, bilaterales y multilaterales. Tengo el convencimiento de que, para quienes tenemos la responsabilidad de gobernar en los años venideros, el gran desafío es el de superar la barrera que la pobreza nos ha impuesto.

 

El pueblo artífice de su propio destino

Bien sé que ni el país ni yo tenemos por del ante una tarea fácil. Ni en lo económico, ni en lo fiscal, ni en la misma organización institucional, hay una situación favorable. Si mucho hay para reconstruir, habrá que reconstruirlo. No hay modelos para imitar. Debemos acudir a nuestros propios recursos y a nuestra imaginación.

Es hora de ensayar nuevas y audaces innovaciones. Nos sirve de ejemplo el camino que hemos recorrido como Nación. Ha sido largo y, en ocasiones, dolorosa. Hemos tenido reveses pero siempre los hemos superado. Debemos tener la capacidad de la memoria y la capacidad de la fe. La memoria para recordar con orgullo lo que hemos sido y la fe para seguir adelante.

Nuestro punto de referencia no puede ser el de nuestras frustraciones. Afirmados y animados por lo que hemos hecho y hemos logrado, debemos mirar con esperanza el porvenir.

He pedido al pueblo, y desde aquí lo hago nuevamente, que tome parte activa en la vida pública del país. Esta no es, como muchos temen, una apelación al desorden. Por el contrario, tengo inmensa confianza en mi pueblo. Por ello puedo demandarle que, ordenadamente, se movilice en defensa de sus propios intereses.

Debemos tener confianza. Los pueblos y los hombres sólo son vencidos cuando aceptan la derrota de antemano. Esa no ha sido nuestra historia. Ese no es nuestro carácter.

Solidaria, la Nación logrará las metas del cambio y de la transformación que no dan espera. A mí me corresponde darle el gran impulso. Otros tendrán que seguirlo. Si así lo hacemos, la nuestra y las nuevas generaciones, la juventud que debe reemplazarnos, disfrutarán de unas formas de vida justas y equitativas, aceptadas por todos, no en forma apática y resignada, sino con optimismo y entusiasmo.

Estos son mis propósitos. Como a todo funcionario del Estado, se le exige también al Presidente que jure cumplir sus deberes en nombre del Dios Bienhechor de todos nosotros, en bien de la Patria y de todos los colombianos. Así lo he hecho, ante el Congreso de la República, que es la legítima representación del pueblo. Que Dios y mis compatriotas me acompañen en esta tarea.